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Bienvenido 2024


Me abroché en estos dos días a un final y a un comienzo. Cuando un corchete de un vestido de fiesta se introduce entre dos pliegues intenta simular un todo, convertirse en un trazado de piel sintética único, como una segunda piel. Pero sólo logra parecer un musgo sobre una roca.

Yo no soy de esa piel. Yo tengo pliegues, botones, dobladillos, pespuntes... No puedo disimular, ni quiero, he de aprender a vivir con toda mi humanidad conseguida y la que me queda por construir.

Una vez escuché que hay grietas microscópicas que se forman en los cantos de vidrio durante su proceso de elaboración y eso explica cuando una pieza se cae y se quiebra, dónde se concentran esas grietas, son esas tensiones que sufre el material. Las personas somos más complejas, pero también padecemos de caídas y tensiones, pérdidas, grietas.

Fue un año de vértigos y mareas, de naufragios y de trasatlánticos el 2023 para mí y para otras muchas personas. Hubo gestos que llegaron a pintar mi pensamiento y tuve mi porvenir en una mano diáfana. Pérdidas importantes asolaron mis huertos, pero es difícil ponerle puertas al campo. Un día escuché a una compañera que decía que a determinadas edades todos somos huérfanos. Cómo resonaron en mí esas palabras, y qué verdaderas en un cuerpo hecho para el mundo. El olvido muerde la carne cuando algo en ti se tambalea. Ciertamente, nos toca tomar el relevo y acompañar, alentar a los que nos agitan con su mano, pero hay un proceso que en cada persona es diferente y que hay que atravesar.

El otro día me regalaron un libro de Horacio Quiroga, y me llamó la atención que el título no tenía comas por voluntad del autor. Mi piel se pegó a esas letras. En algún momento fui ellas, pero ahora necesito comas, puntos y seguido, y a parte.

Esta mañana estrené el año en el mar, interrumpí durante una hora y media una espiral de celebraciones, de encuentros con personas queridas, de nuevas palabras para otros reencuentros que llaman a mi puerta, a ese círculo de carne, otro digital, donde la escucha palpita tras las puertas del porvenir. Me senté a la distancia y en la cercanía de tantas conversaciones....Quise escribirlas y también puntuar. A veces se puede, otras, mejor escribir.

Quise decirles a los jóvenes: persigue tus sueños, corre diente abajo, donde la risa más resuena, siémbrate en la realidad, “caminante no hay camino, sino estelas en la mar”, trabaja duro, mantente, no estás solo/a, vive a manos llenas...

El kintsugi es el arte de reparar en oro, una técnica milenaria japonesa, donde cualquier pieza que se agrieta o se rompe, es transformada en un objeto incluso más bello que el original. Demos valor a lo que realmente importa. No disimulemos, mostremos la belleza del vivir, de quebrarnos y recomponernos, de amar, de compartir. No seamos piezas de museo, mostremos cómo se hace, yo decidí comenzar mi psicoanálisis hace años ya...

Laura López

Muy feliz año nuevo

en el amor, en el desear, en el vivir.

 

 

 

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